FUNDAMENTACIÓN


“Por algún motivo sin aclarar hasta la fecha, el jazz ha restringido la participación femenina al papel -por otra parte, muy destacado- de vocalista. No se recuerdan grandes intérpretes femeninas de trompeta, saxo o contrabajo; alguna pianista sí, pero solían ser cantantes también.”

(Frase recogida en el artículo “El jazz es cosa de mujeres. Homenaje a las diosas de la voz, la amargura y la sensualidad” escrito en el magazine gentes de “el mundo” por  Ricardo Aguilera).

            Podría pensar yo de la misma manera que estos articulistas de haberme quedado en la superficie de los datos, de haberme contentado con la información de la historia del jazz que ha transcendido hasta la fecha y que se ha dado convencionalmente por buena no sólo por la imaginería-acerbo popular sino también por críticos y periodistas especializados.
            Podría creer yo también que la historia contada y trasmitida es justamente lo que ocurrió, y pensar, como los articulistas,  que las orquestas de mujeres eran más un entretenimiento para los ojos que para los oídos, sin darme cuenta de que una afirmación repetida hasta la saciedad se convierte en verdad con el paso de los años, y de esta manera, la concepción social de la aportación de las mujeres al jazz queda restringida a las grandes vocalistas, a alguna pianista suelta, una excepción extraña que confirma la regla, y el resto no es más que producto del showbisness, espectáculo y entretenimiento.
            Podría confiar en las palabras de los autores de libros sobre la historia del jazz, que  se han documentado profusamente y han rescatado del olvido a muchos músicos que fueron importantes en su época, pensando que eso es todo lo que quedaba por decir de la historia del jazz jamás contada.
            Podría creer comprender, en realidad asumir, como tantas otras personas, que simplemente no falta ninguna pieza del rompecabezas, y que con las mujeres en la música del jazz ocurrió como con todas las demás en el seno de una sociedad machista, y que simplemente no existieron mujeres científicas, escritoras, pintoras, compositoras, instrumentistas…porque las mujeres entonces no estudiaban, no las dejaban y se dedicaban a cuidar de la prole y del hogar.
            Podría pensar entonces que la historia acaecida la han hecho los hombres, con sus descubrimientos científicos, sus poesías, sus novelas, sus cuadros, sus composiciones musicales, sus sistemas políticos, su concepción masculina del mundo…pero esto sería caer en una falacia lógica que por su propia inconsistencia se desmorona…pues lo único que realmente sabemos es que la historia es contada por los que ganan las batallas, que el resto es silenciado, y que aún, la historia escrita de la humanidad es sólo la mitad de la historia.
            Según mis humildes indagaciones, y sólo he recorrido las bibliotecas de la ciudad y buceado  en internet, al menos en castellano,  hay una gran parte de la historia del jazz todavía sin contar. Descubrí varios libros y antologías que trataban específicamente del papel de las mujeres en el jazz, en inglés, recogiendo una lista sorprendentemente excelsa de trombonistas, trompetistas, bateristas, vibrafonistas, saxofonistas, contrabajistas…en las primeras décadas del siglo XX. Sus nombres, vidas, obra, estaban allí  y sus rostros, miradas, recogidos en esas viejas fotografías.
            Algunos de esos libros eran de edición básicamente reciente, pero dos de los estudios más completos de los que encontré databan de 1982 y 1984 respectivamente. Son obras realmente fantásticas que ofrecen multitud de datos nuevos y esclarecedores, proveniente de hemerotecas, recortes de prensa para blancos y para negros, prensa especializada en el jazz, viejos carteles de conciertos, entrevistas a antíguos músicos, promotores, dueños de clubs y toda persona que estuviera en contacto con el mundo del jazz de esa época y tuviera algo que recordar, según cuentan sus autoras.
            Hace TREINTA AÑOS que hay bastante más que decir sobre  el papel de las mujeres en los inicios del jazz, si se tiene empeño en hacerlo. Parece que ninguna editorial ha visto oportuno o de interés general llevar a cabo la traducción de estas obras.
            Mi sorpresa inocente inicial, se ha transformado en rabia, y es por eso que mis palabras puedan sonar un tanto ácidas y duras, pues al releer ahora los artículos, reseñas y capítulos dedicados a las mujeres escritos por especialistas de prestigio internacional y leer frases tales como “hasta la fecha, esta importante figura del jazz no ha sido estudiada del modo que realmente merece (sobre Lil Hardin)” y, en otro momento, “el papel de estas mujeres como compositoras y líderes de sus propias formaciones todavía no ha sido estudiado como se merece”2. Al releer estos comentarios ahora, repito, en donde antes veía buena intención y sincera ignorancia… ahora me huele a azufre.
            Adquirí estos dos volúmenes más un recopilatorio de pistas de discos antiguos en un portal de compra-venta de segunda mano y fue emocionante recibir los paquetes, que uno a uno fueron llegando, cada uno de un lugar desconocido y  remoto…Carmarthenshire, Ammanford…con  tanta  información por descubrir encriptada para mi inglés oxidado.
            Es imposible plasmar en este trabajo la abundancia y frescura que rebosa en estos libros. Tan sólo intentaré comentar brevemente los factores que condicionaron el papel de las mujeres en los albores del jazz, para después dedicarme a enumerar una a una, junto con una pequeña biografía, algunas de las músicos que estuvieron allí, que pusieron ritmo  a una época convulsa, que ahuyentaron al miedo y superaron estereotipos, pasaron horas pegadas a sus instrumentos en busca del swing,  trasnocharon  dejando fluir sus notas en mágicas jamsesions…hasta que se acaben las páginas y tenga que poner el punto y final a mi relato. Feliz de saber que no son todas las que son, que no caben más pioneras, que son muchas más las que me dejo en el tintero por falta de espacio…y que al menos ya hay una persona más que ya las reconoce y las respeta… como se merecen.

Arantxa Ferre Leza

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